Los plásticos biodegradables se distinguen del resto de plásticos porque, en determinadas condiciones de temperatura y humedad, son consumidos por los microorganismos y entran en un proceso de oxidación que favorece su conversión en agua, dióxido de carbono y biomasa. De este modo, se reintegran en el ciclo del carbono sin dejar residuos.
A diferencia de los plásticos biodegradables, el plástico convencional solo se degrada por la acción de los rayos ultravioletas del sol. Con el paso del tiempo, se fragmenta en pequeñas partículas, los microplásticos, que no experimentan cambios en su composición y que, por tanto, no pueden ser digeridas por los seres vivos.
Los plásticos biodegradables se clasifican en diferentes categorías atendiendo a su origen y a si se pueden compostar o no.
Los podemos clasificar por su origen: Plásticos biodegradables de origen fósil o plásticos biodegradables de origen biológico, o bioplásticos.
O por su compostabilidad: Plásticos biodegradables no compostables.
Plásticos BioCom que, según la Asociación Española de Plásticos Biodegradables Compostables (Asobiocom), se definen como plásticos de origen vegetal (maíz, trigo, patata, yuca, guisantes…), parcialmente vegetal o sintético que son biodegradables y compostables.
El proceso de descomposición de los plásticos biodegradables no solo resulta inocuo para el medio ambiente, sino que también presenta otra ventaja: es mucho más rápido que el de las resinas plásticas convencionales.
Los plásticos biodegradables suelen ser aptos para el uso durante un periodo de unos 18 meses a contar desde su fecha de fabricación. Después, requieren entre año y medio y tres años para desaparecer y ser absorbidos por la naturaleza.
No obstante, y a pesar de sus implicaciones positivas, la utilización de plásticos biodegradables en la fabricación de envases y embalajes crea un problema. Y es que los bioplásticos no pueden mezclarse con los plásticos convencionales cara al reciclaje, o esto imposibilitaría la recuperación de todo el lote. A la hora de separar los residuos, los plásticos de origen orgánico deberían ir por un lado, y los no biodegradables, por otro.
Para la fabricación de envases y embalajes, disponemos de distintos tipos de plásticos biodegradables:
Tipos de plásticos biodegradables de origen sintético
PBS (succinato de polibutileno). Ideal para botellas, bandejas y distintas soluciones de packaging.
PES (polietersulfona). Material hidrofílico muy utilizado en la industria alimentaria y farmacéutica.
PBAT (polibutileno de teraftalato adipato). Con buena tolerancia al calor, se caracteriza por su flexibilidad y su transparencia.
PCL (policaprolactona). Muy resistente, recomendable para hacer films.
TPS (almidón termoplástico). Mezcla de poliésteres con almidones procedentes de distintas plantas.
Tipos de plásticos biodegradables de origen biológico
PLA (ácido poliláctico). Derivado del ácido láctico hecho con materias primas 100% renovables. Apto para la confección de recipientes y embalajes que van a estar en contacto con alimentos.
PHA (polihidroxialcanoatos). Procedentes de la fermentación bacteriana de materiales primas vegetales. Se emplean en tapones y bolsas.
Bioplásticos basados en almidón. Más frágiles que los anteriores, su gran ventaja es que se degradarán con mayor celeridad. Pero hay que tener en cuenta que son hidrosolubles.
Bioplásticos basados en celulosa. Rígidos y de una resistencia apreciable, se destinan a la generación de etiquetas y tapones.